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El «Indiana Jones» egipcio, figura indiscutible de la arqueología del país de los faraones explica los problemas del patrimonio después de su salida como máximo responsable de las antigüedades en 2011

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Alejado del poder desde el verano de 2011, Zahi Hawass sigue siendo una figura señera de la arqueología egipcia. Como tal, el turismo de su país, cuya oferta esencial es la cultura faraónica, le emplea como embajador de sus intereses, que, en 2010, constituían su principal fuente de divisas con 14.000 millones de dólares (10 por ciento del PIB y 13 por ciento del empleo) y que hoy ha perdido un 35 por ciento de los visitantes y un porcentaje aún mayor de ingresos.

El Indiana Jones egipcio no clama tanto porque hoy no se alcancen los diez millones de visitantes –hace cuatro años superaban los catorce–, sino por las nefastas consecuencias que su ausencia provoca: “La egiptología dependía del dinero aportado por el turismo y sin él poco se puede hacer para evitar los asaltos a depósitos o a museos y para controlar las excavaciones clandestinas. Se necesitan más guardianes armados; sin armas, un vigilante poco puede hacer.

Para controlar los trabajos clandestinos en busca de tesoros o del mítico mercurio rojo que, según las leyendas, podría hallarse en las momias, necesitaríamos vigilancia por satélite y, sobre todo, hay que terminar con las construcciones y los cultivos en las áreas arqueológicas. Muchos tienen la esperanza de que bajo su casa exista una tumba y excavan para hallarla…, y, a veces, la encuentran y la saquean. Es raro que se topen con tesoros; lo normal es que desentierren momias con modestos ajuares, pero en cualquier caso es triste ver cómo por un poco de dinero se destroza un ­yacimiento.

Por David Solar, de “La Aventura de la Historia”

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